Destino

Dicho de esta forma parece un tópico, pero es cierto. Todos nos forjamos uno, y sea fortuito o premeditado, hemos sido nosotros mismos los artífices de ello.
Muchas veces me gusta imaginar una vida en la que este destino es movido por mis intereses, algo así como planear el futuro y demás. Pero conforme voy siguiendo con mis objetivos, me retracto e intento adaptarlo al fin propuesto, en consonancia con los intereses que me han motivado en ese preciso momento.
Sin embargo, por mucho que organices tu existencia, por mucho que quieras que sean tal y como lo has planteado, el destino siempre actua por cuenta propia.
La verdad es que forma parte de uno mismo. Una conjugación de intuición e indecisión que hace que improvisemos siempre en el último instante.
"A lo hecho, pecho", es lo que se suele decir muchas veces cuando no hay remedio para enmendar algún estropicio producido por nuestros impulsos. No hay por qué arrepentirse de nada, puede ser mejor, pero también peor. Debemos de aceptar los errores porque con ellos se aprende. La mejor escuela para uno mismo es la vida, y nuestra asignatura pendiente es alcanzar lo perfecto.
A veces, cuando hay que tomar una decisión importante se piensa demasiado, te aturdes e incluso cometes el error de solicitar asesoramiento por parte de los que te rodean. Eso no llega a ser demasiado bueno, por mucho que te conozcan y sepan de tí, sólo tú debes decidir. Es más, si esa persona se equivocara, sería víctima de continuos reproches.
Y es menos frustrante el error cometido por uno mismo que el cometido por la necesidad de seguir el consejo inapropiado de otra persona.
A veces el riesgo de seguir tus instintos te lleva a vivir una vida más improvisada pero a su vez más pletórica e interesante.