lunes, enero 28, 2008

Canción triste de Cáceres street... y el misterio de la junta de culata


Cuando algo se hace por amor, todo riesgo se transforma en anécdota...
Olivia, fiel a sus sentimientos por un joven mozo recluido contra su voluntad en un austero y taciturno seminario, y movida por la necesidad de apaciguar su fuego interior, manifiesta a sus inseparables sus planes de viajar a Cáceres, ciudad donde reside su gran amor.
Dichas inseparables, Romina (además de amiga hermana) y Casilda, incrédulas en esto del romanticismo, deciden acompañarla para salir de la monotonía onubense en la que se hallan inmersas.
No obstante, antes de soñar en cómo será el encuentro, centran sus pensamientos en tener un viaje seguro y llevadero. Es por eso por lo que recurren a los servicios de un GPS (La Bego): un aparatito de dulce voz femenina pegado con un chupón a la luna delantera del coche, cuya función principal consistía en cómo, cuándo y en qué momento había que cambiar el rumbo. Pero lo que se desconocía era que el dichoso aparatejo de vez en cuando se declaraba en huelga y no hallaba la ruta específica.
Olivia era quien llevaba el coche, dueña y piloto, mientras que Casilda, situada en el asiento del copiloto adquiría la responsabilidad de comunicarse con la Bego y de sustituir a Olivia en la conducción en caso de inaptitud de la susodicha al volante. Romina iba detrás, controlando todo desde su posición... incluida la banda sonora.
Un camino seco... monótono... raro, algo propio de la zona, algo propio del momento en el que la Bego dice... ya no hablo más.

- A ésta le ha dado una insolación, ya no dice nada- comenta Olivia mientras toquetea a la Bego.
-Pues enciende el aire acondicionado Olivia, hace mucho calor- responde su hermana.
-Pero si ya está encendido, ¿no Casilda?
Casilda miraba algo confusa el sistema del aire acondicionado, intentando bajar algo más la temperatura a la vez de parar la potencia.- De aquí no sale más que aire caliente- añadió desilusionada. Y resignadas recurrieron al sistema de ventilación tradicional: semibajada de ventanilla.
-Así no, que no nos enteramos de lo que dice la Bego- Protestaba Romina al mismo tiempo que se abanicaba con agobio-
-A la Bego ya no se le puede hacer nada, ahora nuestro instinto de carretera es el que cuenta- Contestó Casilda con cierto toque humorístico quitando hierro al posible problema.

Seguían todo recto, un kilómetro.... otro más.... y otro y otro....
A este coche le va a pasar algo si no para. Como se me caliente la hemos cagado. ¿No hay un área de servicio por aquí?- Preguntaba muy preocupada la conductora mientras miraba de reojo a sus acompañantes.
Olivia estaba sumamente estresada, todo se le hacía un mundo cuando se trataba de llegar a la hora justa, la hora de evitar que su amado se metiera a clérigo de por vida. Su celibato le atormentaba tanto, que sin hacer un comentario más pisó a fondo el acelerador hasta dar con un sitio donde parar.
Era un restaurante de carretera, o eso parecía a simple vista. A Romina no se le veía muy decidida a bajar del coche, pero sus ganas de descargar líquido pudieron con sus temores morales.
Casilda sin embargo entró decidida- ¡¡¡Cocacolaaaaa!!!! lo necesito casi más que el pis, estoy muerta de sueño- declaraba a la vez que iba subiendo los peldaños de la escalinata de acceso a dicho restaurante. Las hermanas la seguían algo inseguras.
No puedo más, me pido primera para ir al baño- exigió Romina. Y así una tras otra hacían su visita al wc.
De nuevo en el coche el viaje proseguía.
No llegaron al seminario, sino a una cuesta muy... cuesta abajo.... o cuesta arriba, según las ganas de mirarlo, muy acusada. Allí mismo, donde las plantas crecían de lado, Olivia aparca su angustiado coche.
¡¡¡¡Mi coche!!!! ¿qué es ese humo?
Si fuera sólo el humo Olivia.... parece que también tiene fatiguita, mira todo lo que sale de debajo-
Casilda no quería preocuparla más, pero era evidente que la cosa no iba por los senderos de gloria que imaginaba Olivia. Ese camino apacible y entre algodones que pensaba que sería el trayecto hasta su amado.
Romina de un salto bajó del coche, medio histérica por los llantos de su hermana asió el móvil y dispuesta a llamar al técnico empezó a marcar sin atino.
Espera un momento Romina, ahí hay un hombre, supongo que algo entenderá de coches, si no que nos indique el taller más cercano- Comentó Casilda de modo pausado.
Mientras tanto Olivia cual plañidera lloraba desconsolada por la suerte de cu coche- ¡¡¡Ayyy!! ¿¡¡qué le pasará a mi coche!!? ¿será la junta de culata? lo perdí para siempre, lo mismo que a mi amor... todo me pasa a mi...
Por fin el hombre apareció... y luego otro.... y otro.... un casino entero rodeando el coche intentando dar un diagnóstico acertado hacían que Olivia estuviera más y más nerviosa. Casilda, que era algo brujilla estaba tranquila, veía el asunto como una anécdota más para su diario. Episodio a ser recordado con alegría y nostalgia.
Olivia.... ¿y lo que nos vamos a reír recordando todo esto?- le repetía una y otra vez intentando consolarla- Ya chochito, pero no a costa de mi coche, ay mi coche, ay como sea la junta de culata....
Esto no es nada chicas, es un calentón sin más, espérense unas horas y vuélvanlo a arrancar, seguro que funcionará- Interrumpió uno de los ojeadores.
Eso puso más nerviosa a la poseedora, y más aun cuando miraba el reloj y notaba que el tiempo se le echaba encima. -Niñas, vamos ya al autobús que no llegamos.

El silencio se hizo durante todo el trayecto. El trío miraba curioso por la ventanilla de aquel autobús... una vuelta... otra... y otra -¿Esto no para nunca?- preguntaba Olivia quejosa-
-Paciencia hermana, que si no me vas a poner más nerviosa a mi-
Por fin llegaron a su destino, el lugar deseado. Un taciturno seminario de sucias paredes y silencioso patio. Tan sólo el cantar de los cuervos y la tos gargajosa de un clérigo rompían el silencio del mediodía cacereño.
¿Cómo lo hago Casilda? ¿Cómo entro?
-Metete primero en el baño, así no puedes entrar, vas demasiado explosiva.
Olivia, siguiendo el consejo de su amiga se metió en el baño y con ropa pudorosa y cara lavada accedió a las tripas de aquel horrible lugar.
- ¿qué hacemos nosotras Casilda? preguntó Romina acalorada- Podemos buscar un lugar fresco para descansar y esperar.

Aquello estaba muy solitario, casi en medio de la nada. Ambas amigas se echaron al camino sin afán de encontrar nada al menos en un kilómetro a la redonda. No obstante, tras una media hora de caluroso y comprometido camino por la ribera de la carretera... a exposición de insultos y comentarios propios para una mujer de calle, las chicas divisaron otro edificio.
Era como un oasis en medio del desierto, pero en vez de camellos, palmeras y agua... había ancianos, aire acondicionado y televisión. Eso añadiendo cómodos sillones y un hermoso cuarto de baño.
Ambas tomaron asiento en una de las mesas que posaban frente al televisor, el servicio era de lo más completo, no por falta de clientela, sino por exceso de personal. Todos o casi todos los ancianos de aquel acogedor asilo se morían por ejercer de camareros. Así fue, Romina y Casilda tuvieron un momento de paz y de ET que las transportaban a otras circunstancias ajenas a la problemática junta de culata del coche de la sufrida Olivia.

Transcurrida una hora escasa las viajeras decidieron volver por donde habían llegado.
-Olivia ya habrá salido, estará preocupada preguntándose dónde estaremos Casilda-
-Es verdad Romi, vámonos ya.... a ver qué nos cuenta

Casi llegando a la entrada del seminario ya se divisaba a Olivia esperando en la parada del autobús.
-¡Creía que os habíais ido sin mi! qué susto me he llevado, ya no sabía qué hacer- exclamaba Olivia consternada y nerviosa
-Hemos estado en el asilo de al lado tomando algo, pero dime, pese a esa preocupación tuya... se te ve una cara de paz... interior...
- comentarios jocosos por parte de Casilda-
A Olivia le salieron los colores enseguida, momento justo en el que el autobús de vuelta a la ciudad llegaba.
-Bueno Olivia, cuenta, ¿qué habéis hablado?- preguntaba Romina curiosa.
-Pues hemos hablado del móvil, me preguntó cómo sabía que era él cuando llamaba, porque como le contesto del tirón de modo cariñoso... yo creo que se pensaba que a todos les contesto así, pero le dije que no era cierto. Él tiene su música que le distingue del resto. Sí, la de Agustín Power, pero chicas, no sabe quien es... y mira que le tatareé un poco.... pero bueno, al final cayó en la cuenta cuando le dije que era el cantante de las tanga girls.
Las dos amigas se echaron a reír a carcajada limpia oyendo hablar a Olivia de música.

- Olivia, ¿Agustín Power? ¿quién es ese?- le preguntaba muerta de risa su hermana- Pues ya te lo he dicho Romina, el cantante de las tanga girls.
El autobús se llenaba de risa, todo el mundo se contagió por la conversación tan inesperada, sin embargo Olivia parecía no enterarse, hasta que Casilda, guardando la compostura le dijo- Olivia, ¿ no será de la película Austin Power?
-Puede ser, verdad, de eso me suena.... entonces... Agustín no existe....

El autobús ya hizo su parada justo al lado de la plaza de toros y las tres chicas se apearon. Nuevo objetivo: dónde dormir

-Tengo hambre- repetía Romina constantemente mientras se aproximaban a la zona de la Plaza Mayor
- Romina- le insistía Casilda, primero vamos a lo que vamos, tenemos que pasar la noche en algún lado, no podemos volver ahora.
-Ay, volver... ay mi coche... De nuevo Olivia empezó a llorar por su coche, parece que se le ha pasado el embelesamiento Romina- comentó Casilda echando el brazo sobre el hombro de la sufriente. -Olivia, confía en tu suerte, verás que todo se queda en pura anécdota.
-Ojalá Casilda, eres tan tranquila, ya me gustaría ser como tú.
- Venga ya, dejarse de tonterías, ¡tengo hambre!
Romina empezaba a violentarse y la Plaza Mayor no aparecía. Fue en el momento justo el que encontraron un bar abierto cuando Romina interrumpió el camino y dijo- ¿entramos aquí a preguntar? y de camino hago pis, me duelen los pies también y tengo hambre.
¿Cuántas veces has dicho ya que tienes hambre Romina? me estás agobiando-
-Dejad ya de discutir y entremos en el bar, hacéis lo procedente y nos vamos, antes de medianoche hemos de encontrar habitación.
Aquel bar parecía un poco dejado del seno de los mortales. Regentado por una camarera de apariencia lésbica acompañada por un fiel cliente, algo borrachuzo, agarrado a un vaso de tubo aun manchado de restos de cubata mezclado con hielo derretido.
- Por favor, ¿me da un poco de agua?- preguntaba Romina algo exhausta y fatigada por el dolor de pies originados por sus zapatos de tacón tan inapropiados para este tipo de viaje.
-Por supuesto- respondió la camarera mientras le servía.
-Ya que estamos,¿ por dónde se va para la plaza Mayor?- interrumpió Casilda- es que necesitamos alojamiento para pasar la noche.
El otro chico que habitaba el bar contestó a modo de tertuliano indicando más o menos el emplazamiento de la imperceptible Plaza.

El olor a comida de bares llegaba a la naricita de Romina, la cual perdía cada vez más los papeles.
-Paremos a comer, ya buscamos luego.
-No, como nos demoremos no dormimos.Como nos demoremos, no comemos. ¿Qué prefieres, no cenar esta noche o pasar en la calle hasta mañana por la mañana?- eso hizo poner a Romina en situación y dejar de insistir con la comida.
-Busquemos algo barato-
Y empezaron a sondear preguntando a los paseantes de la zona.

Una mujer parecía bastante interesada en que las tres chicas no pasaran la noche en cualquier hotelucho, y señalando uno que estaba a la vista, les dijo seriamente: - ni se os ocurra ir a ese, está llena de soldados con hormonas muy revueltas.
-Muchas gracias señora por su consejo, buscaremos por otro sitio- contestó agradecida Olivia.

Eran casi las once de la noche cuando por fin divisaron una pensión bastante acogedora. Los precios se amoldaban a la escasa economía de las chicas así que con un “sí” rotundo accedieron a pasar la noche en aquel lugar.
En la recepción todo estaba tranquilo. Una señora, entrada en edad sentada sobre una bonita mesa de despacho con el rostro iluminado por la luz desprendida de la pantalla de su ordenador se levantó para recibirlas.
-Buenas noches, ¿desean habitación?- Preguntó.
-Buenas noches, quisiéramos una habitación contres camas a ser posible, sólo para pasar esta noche.- Contestó Casilda decidida.
-Muy bien, podéis hospedaros en la 17. No tiene baño, pero no está lejos.
Acto seguido la señora comenzó a recitar las normas del lugar:

-A las tres de la mañana cerramos la puerta, en este caso no se podrá entrar hasta las ocho en punto.
-De acuerdo, estaremos cuidadosas de la hora. Muchas gracias.

-¡Madre mía! ¡qué pasada!- gritaba Romina emocionadísima dejándose caer en la primera de las camas- Nunca he pasado una noche de hotel con mis amigas, me encanta.
- Ya ves Romina, te dije que sería genial... contestó Casilda.

La habitación derrochaba antigüedad por cada una de sus esquinitas. Un delicado e inestable ropero ocupaba casi la mitad del habitáculo, mientras que las camas se dispersaban por el resto de espacio que quedaba disponible.

Olivia entró callada, miraba la habitación con un gesto de alivio pero a la vez de preocupación. No sabía si pensar en su chico, en su coche o en buscar cuanto antes el equipaje para salir a comer algo.
-Tenemos que volver al coche, las mochilas están allí- propuso Casilda.
-Pero tengo hambre, ¿por qué no vamos a comer antes?- insistía Romina
Olivia dio la razón a Casilda, pensaba que si dejaban todo en la habitación sería más cómodo. No habría que cruzar todo Cáceres a las tantas de la noche para recoger el equipaje.
-Romi, si quieres quédate aquí. Estás cansada y tienes los pies destrozados- Le dijo Olivia a su hermana
-¿Yo sola? No, me da miedo quedarme sola.
-Romina, así adelantamos, te vas duchando y ya una menos para esperar- Le insistía Casilda.
-Bueno, pero acompañadme al baño, que no sé dónde está.
Las tres muchachas salieron de la habitación con ánimos de buscar uno de los baños. Subieron las escaleras y al abrir una puerta encontraron un salón. Allí, en torno a una mesa camilla se disponían un grupo de extranjeros que estaban jugando a las cartas.
-Buenas noches- Interrumpió Casilda.
-Buenas noches- contestaron.
-¿El baño?
Unos de los chicos se levantó, y con gesto amable le abrió una de las puertas que comunicaban con la misma sala donde se hallaban.

–Este es uno, el otro baño está afuera, es la otra puerta que está junto a la de la entrada.
-Muchas gracias- respondieron agradecidas a la vez que sorprendidas.


No era una distribución muy normal la que había en aquel inmueble. Pero dejaron a Romina en la misma puerta del baño y salieron a por el equipaje.
Romina no se hallaba sola en ese hotel, y mucho menos en un cuarto de baño ajeno al de su Huelva natal. Decidió entonces esperar a sus amigas en la habitación bien cerrada con llave. Sentada en la cama con los pies recogidos y abrazada a la almohada, revisaba palmo a palmo cada rincón. Temerosa de topar con algún bicho o algo extraño que le sobresaltara.
La espera no se hizo larga, enseguida Olivia y Casilda llegaron con las mochilas. A Romina no le dio tiempo de abrir la boca cuando Casilda salió disparada para el baño.
-Espera Casilda, que yo voy también a ducharme.
-¿Pero que aún no te has duchado?, si has tenido tiempo para hacerlo...- Cogió aire y siguió subiendo las escaleras.
-Casilda, déjame el baño de afuera, que me da corte entrar ahí, no les conozco de nada.
-Está bien... Romina, no soy la más indicada para decirte esto... pero tienes que espabilarte un poco.
Casilda abrió la puerta de la sala, aún estaban aquellos extranjeros jugando a las cartas, así que discretamente y sin ánimos de interrumpir cruzó la habitación hasta dar con la puerta del baño. Una vez allí se metió en la bañera y...
-¡Madre mía! Si es que monto un circo y me crecen los enanos... ¿qué pasa con el agua caliente?.
No llegaba el butano, allí nadie le dijo nada, así que valientemente se tomó lo que se dice una buena ducha de agua fría.

Al volver a la habitación ya estaban esperando Romina y Olivia-Vamos a comer.



Continuará....




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domingo, enero 20, 2008

Conil


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