Domingo de plimavela

Siempre cuando se planean las cosas damos por hecho que todo saldrá según hemos acordado. Pues quien intente dar una visión opuesta del plan puede resultar un tano aguafiestas para el resto. Ya lo decía yo, un domingo y tan tarde, a poca venta nos vamos a ir a comer. Pero bueno, intentemoslo. Se intentó.

Quedamos en que a las 14,30 estaríamos en la mismísima puerta de la antigua facultad de derecho y como personas puntuales aparecimos. Aunque sólo se hallaba Pedrito. Sara aún no había salido del curro y las otras estaban por llegar.

Poco a poco iban apareciendo, por un lado Mari y Carmen, por otro Irene y al final, Sarita. Así que en marcha pa la venta las Viñas.

Como conducía yo uno de los coches, tan sólo vinieron conmigo los que se apuntan a deportes de riesgo, así que Carmen y Sara se fueron con Pedrito Sainz a la inversa. Por favor, no vi nada igual, qué lento. Yo queriendo hacer proezas con la palanca de cambios y Pedrito, como iba de guía delante, a 30 Km/h. Ni que estuviera ciega, pero bueno, no hay que quejarse. Cada cual a su libre albedrío, aunque en ese momento era de lo que carecía.

Mucha tela para llegar a la dichosa venta, ni pa entrar en el palacio de Cnosos estaría tan complicado. Total, que al final nos saltamos la entrada y autovía pa lante dirección Sanlucar.

Por lo menos ahí si que pude pisar algo el acelerador, tanto que me salté el desvío y ¿por que no? ¿nos vamos a Chipiona?

Así fue, éstas meadas y el Pepito Sami con una mezcla entre cabreo, preocupación, prisas y hambre, que mejor callaba para no ofender, aunque al final se soltó y rajó. Total, que tras un rato de paseo por autovía Jose pasó a ser piloto para acabar la marcha montuna y aparcar justo en la puerta de la venta. Donde el resto se encontraba desde hacía un rato esperando de pie. No había mesas dentro. Normal, no son horas de llegar, así que pese a las quejas de Sara y su frío nos sentamos fuera. De nada servía, ignorados por los camareros cada vez estábamos más aburridos. Carmen no hablaba, tan sólo para decir "tengo hambre".

Se aprovechó en momento para entregarle los regalos a Irene, y de paso uno que quedaba desde agosto para mi. Lo guardaba Irenita en casa de Mari hasta que se encartara el quedar un día todo el mundo.

Supe desde el primer momento que fliparía con la mariquita, no paró hasta dejarla sin aliento. La desvirgó con una pila, y después... la pobre.

En fin, como nadie atendía pues nos largamos rumbo al chino, última opción. Lolitos de plimavela para todos, ilcluida la mariquita.

Menudo plan. Al final lo pasamos bien, hubo hasta fotos. Jejeje

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