Por el camino

Desde que me cambiaron la hora de las clases de conducir, el camino, aunque ha sido siempre el mismo, varía. Antes, cuando salía de casa a las 09,00 solía dividir el camino en partes tomando como referencia a ciertas personas que siempre coincidían conmigo día tras día. El primero lo denominé el tramo del barrendero, siempre ahí, fiel a su horario, que dejó a un lado su anonimato para hacerse más familiar gracias sus eternas sonrisas. El segundo trayecto es el del repartidor, a veces con buya subido en su furgona, otras veces echando un cigarrito con el encargado del establecimiento. Al llegar al parque entramos en la recta pensionistas, hay unos pocos, pero especialmente destaca el viejito que siempre saca a su perro, pues ha osado ya dos veces a preguntarme si me gustaría firmar un contrato como modelo en una empresa de Madrid. -Es que tienes muy buena planta-, ¡jaajaja!, yo como modelo, -eso le dije -¡ni que tuviese 16 años!. En fin. El tramo de la kioskera era el más entretenido, solía parar a comprar chicles y me contaba la vida y obra de gente que ni siquiera ella misma conocía. No obstante amablemente la escuchaba hasta tener ocasión de hacerme con la palabra y decirle, bueno, no puedo entretenerme, hasta otra, y caminaba hasta llegar a la recta más bochornosa: la del bocadillo de los albañiles. Si hay suerte y las pilas del mp3 no te fallan puedes pasar sin sentirte observada, pero cuando las cosas se vuelven del otro lado, ufff imparable, cansinos. Menos mal que el semáforo suele ponerse en verde para peatones a mi paso y se hace algo más rápido. Ya en el último tramo, el de la cuponera, casi ni te enteras, enseguida logras llegar al coche donde me espera el profe para iniciar el recorrido. Pero éste último mes, con el cambio de hora a las 12,30, todo ha sido distinto. De repente esas personas a las que estabas acostumbrada a cruzarte o no están o permanecen en otros quehaceres y es por eso por lo que dejas de contar el camino en tramos. Con este nuevo horario he descubierto que existen dobles, clones, o como quieran llamarle. Si, me temo que he dado con el clon de Hitler. No es broma, la primera vez que me lo crucé me estremecí. Me dije, coño, ¿que acabo de ver?. Al día siguiente volví a encontrarmelo y decididamente llegué a la conclusión de que era Hitler, un parecido asombroso. Pero como ocurre con el mito de Medusa, una vez que Perseo le arranca la cabeza y se la muestra al resto de la humanidad, hasta que acostumbrados a tal espanto dejan de taparse los ojos y a asimilarlo. Yo me acostumbré a ver mi horror particular. Día tras día, hasta esta semana, que por fín he dejado de ir porque he logrado aprobar a la primera.

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