Metamorfosis
Querida mamá,
Hace tiempo que no recibes de mí noticia alguna, sabes que mejor no decir nada para evitar las malas nuevas. Nunca me gustó arriesgar.
Querida mamá, no sé que me está pasando pero... deseo tanto escribirte, decirte que me siento bien...
Oh mamá, creo que empiezo a cambiar... ya no soy la misma. Me noto extraña.
Madre...
Madre, ya no me parezco tanto a ti. Me suceden cosas muy raras.
Un extraño ritual hace de mi vida una necesidad constante de seguir siempre la misma rutina. Sólo hay algo que puede variarlo, algo que puede hacerme cambiar de un día a otro. Madre, necesito hablarte de él, pero antes déjame que te cuente en qué me estoy convirtiendo.
Me alimento tan sólo de agua, la necesito para vivir, me da fuerza, me estimula.
Me sedentarizo, ¿no te has dado cuenta? Ya no recibes postales de distintos lugares. Estoy apegada a un suelo del cual poco me muevo.
Pero él, sobre todo él hace que mi estado de ánimo escale hasta el cénit de la euforia cuando aparece y me deje en la miseria cuando se aleja. Me dan miedo las noches... porque no está él. Temo que a la mañana siguiente no le dejen aparecer o simplemente por timidez no salga. Ocurre constantemente, sobre todo en los meses de otoño e invierno. En primavera se pone juguetón y eso me desconcierta, pero confío tanto en él que cada vez más voy superando ese miedo.
Es mi cómplice, pese a la nula conversación que mantenemos... pero lo siento protector y cálido. Ha inculcado en mi una nueva forma de ver la vida, sin horizontes, día a día. Y hasta en lo más absurdo... mi manera de vestir.
Madre, atrás quedó aquel luto de por vida que marcó tanto mis primeros años de adolescencia y que definió el resto de mis días hasta ahora. Ya no siento la necesidad de atrapar calor envuelta de azabache. Desde que estoy con él, mis negros vestidos han sido sustituidos por verdes prendas. Madre, estoy enganchada a él. Siento por las venas un fluir de luz y calor...
Madre, ya no soy tu niña, ya no soy como tú, ya no soy persona.
Madre...
Madre, espero un día tu visita y poder decirte con toda la alegría del mundo: Madre, aquí le tienes, él es mi Sol.
Así lo entenderás todo, y comprenderás en lo que me he convertido.
Madre...
Hace tiempo que no recibes de mí noticia alguna, sabes que mejor no decir nada para evitar las malas nuevas. Nunca me gustó arriesgar.
Querida mamá, no sé que me está pasando pero... deseo tanto escribirte, decirte que me siento bien...
Oh mamá, creo que empiezo a cambiar... ya no soy la misma. Me noto extraña.
Madre...
Madre, ya no me parezco tanto a ti. Me suceden cosas muy raras.
Un extraño ritual hace de mi vida una necesidad constante de seguir siempre la misma rutina. Sólo hay algo que puede variarlo, algo que puede hacerme cambiar de un día a otro. Madre, necesito hablarte de él, pero antes déjame que te cuente en qué me estoy convirtiendo.
Me alimento tan sólo de agua, la necesito para vivir, me da fuerza, me estimula.
Me sedentarizo, ¿no te has dado cuenta? Ya no recibes postales de distintos lugares. Estoy apegada a un suelo del cual poco me muevo.
Pero él, sobre todo él hace que mi estado de ánimo escale hasta el cénit de la euforia cuando aparece y me deje en la miseria cuando se aleja. Me dan miedo las noches... porque no está él. Temo que a la mañana siguiente no le dejen aparecer o simplemente por timidez no salga. Ocurre constantemente, sobre todo en los meses de otoño e invierno. En primavera se pone juguetón y eso me desconcierta, pero confío tanto en él que cada vez más voy superando ese miedo.
Es mi cómplice, pese a la nula conversación que mantenemos... pero lo siento protector y cálido. Ha inculcado en mi una nueva forma de ver la vida, sin horizontes, día a día. Y hasta en lo más absurdo... mi manera de vestir.
Madre, atrás quedó aquel luto de por vida que marcó tanto mis primeros años de adolescencia y que definió el resto de mis días hasta ahora. Ya no siento la necesidad de atrapar calor envuelta de azabache. Desde que estoy con él, mis negros vestidos han sido sustituidos por verdes prendas. Madre, estoy enganchada a él. Siento por las venas un fluir de luz y calor...
Madre, ya no soy tu niña, ya no soy como tú, ya no soy persona.
Madre...
Madre, espero un día tu visita y poder decirte con toda la alegría del mundo: Madre, aquí le tienes, él es mi Sol.
Así lo entenderás todo, y comprenderás en lo que me he convertido.
Madre...
4 Comments:
Mmmm me gusta es muy bonito.
Gracias... es que la otra mañana me senmté al solecito y... ains. Qué gustirrinín da. Yo me quedo con el sol.
Si por eso cambie Madrid por Jerez, el sol alli no es el mismo.
Como echo yo de menos ese solecito que tenéis por allí, es verdad calienta de otra manera.
Es una carta que sale de muy adentro, que quiere explicar lo inexplicable, lo que quizás ella ya sepa, pero si eras su niña, seguirás siéndolo, tu eres la que lo ve de otra manera, quizás, tampoco quiero profundizar en nada, lo único decirte que, seguro que algún día lo comprobarás, tu niña es tu niña, haga lo que haga, y siempre tiene uno ganas de abrazarla, por lo menos esa es mi experiencia.
Un saludo
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