Rojita y Ágata aventuras y desventuras de dos ninfas desninfadas

Estimados y fieles lectores, ha llegado por fin el momento de continuar con la gran historia jamás contada. ¿O creen que me había olvidado de mis amiguitas más bichitas del reino animal?
Pues en absoluto...
Rojita y Ágata, tras sus sesiones intensivas de belleza y sus devaneos y flirteos con el mundillo de la moda y demás, optaron por una vida hostil tomando ejemplo de su más fiel protector. Siempre supieron que Narciso jamás les abandonaría y es que tratándose de una planta, difícil que salga por raíces... a no ser que se trate de un loco nenúfar... personaje del que posteriormente hablaremos en otros episodios.
Narciso se alegró un poco al descubrir que sus protegidas volvían al calor de su charca, tanto se notaba que aparentaba incluso algo más erguido.
Narciso procedía de una de las familias más legendarias del lugar. El origen de su estirpe radica en Narciso el ancestro, un mutado cuya historia en este mismo instante relataré en boca del mismo. Retomemos el momento y lugar en el que el citado personaje, memorizando al igual que hizo su padre con él, contó la historia de su antepasado a las chicas.
Un tormentoso día de lluvia, en el que nada se podía hacer a no ser que se hiciera bajo la protección de alguna fuerte hoja o recoveco de alguna roca... las nenas decidieron no salir a revoltosear. La decisión no fue unánime, ambas querían salir pero Narciso se las ingenió demasiado bien para convencerlas.
-Chicas, si os quedáis bien protegiditas de la lluvia aquí conmigo os contaré una historia la mar de interesante-
-Ah, ¿sí?- preguntó Rojita-
-¿No será otra vez esa cansina historia.... emmmm... el cuento de la buena pipa? Continuó preguntando en esta ocasión la impertinente libélula.
-¡Nada de eso!- Refunfuñó molesto Narciso - ¿Os la cuento o no?
-Venga ya Narcis, te quieres quedar con nosotras, yo me largo, ¿te vienes rojita?
-No sé, está muy malo, se me van a borrar los lunares... mejor me quedo aquí.
-Quédense, no os arrepentiréis- Suplicó el achacoso vegetal.
Tras una dura sesión de convencimiento Narciso al fin pudo salirse con la suya...

“Todo empezó una dulce tarde de verano, a la orilla de un hermoso lago de aguas cristalinas un joven humano reposaba, como cualquier otro momento del día, plácidamente y bien satisfecho. Sí, mis estimadas oyentes, satisfecho de su guapura... y no lo comprendo... con lo feos que son los humanos... en fin, retomo el relato. Satisfechísimo de ser un hermoso y joven humano sólo tenía una ilusión diaria: deleitarse con su propia belleza, tanto que se enamoró de su estampa. ¡No puede ser! Se repetían una y otra vez los familiares y amigos del deleitado, sólo los caracoles y otros menos conocidos pueden gozar de modo rotundo y fructífero de su onanismo. Sería en balde un autoenamoramiento.
Narciso, inocentemente llamado “el onanista”, realmente era bello, y pese a que se lo tuviese creído era un estimado sexymbol... Disputado por un sin fin de damiselas, ya humanas... ya divinas... hubo una que le causó grandes estragos y la que le ocasionó un duro y fatídico destino. Y es que A Narciso le auguraron una muerte estrepitosa y apenada... su propio reflejo le mataría. Así fue... accidentalmente, y por pura curiosidad, por vigilar a una divina, a Narciso le dio por asomarse al lago donde solía frecuentar, y... dando la razón a los rumores de los habitantes del lugar, efectivamente algo gay sí que era... pero un gay diferente... muy mucho. Nada más y nada menos, quedó prendado de su estampa. Su reflejo en el agua lo embelesó y enamoró. Cada día acudía al mismo lugar para deleitarse de aquel bello joven yaciente en aquellas aguas, desconociendo que se trataba de su propia persona. Era muy modoso y paradito... pero al fin decidió dar un paso y... meterle mano al mocito. Ese acto le condujo a su desesperación y posterior final. Al tocar el agua, esa imagen se desvanecía y por consiguiente, desaparecía su amado...
- Nunca podré abrazarle.... ni tocarle... ni amarle...- se lamentaba el ingenuo Narciso. Cada día acudía a ver si el milagro se producía, pero todo en balde. Narciso lloraba diariamente hasta que pereció de desamor. Y de sus lágrimas nació un descendiente, una flor a orillas del lago, cabizbaja como buscando a su madre. He ahí el origen de mi ser.”

¡Oh!, Narcis... ¿en serio? Tu antepasado fue humano? No me lo puedo creer- Exclamó Ágata.
Yo tampoco, pero me da igual... es una preciosa historia, muy triste, pero preciosa. Ya podría haber terminado mejor, ¿verdad Ágata? Continuó Rojita.
Tras el interesante relato narrado por aquel viejo y cansado vegetal, Rojita y Ágata encontraron otro motivo por el cual ser auténticas. Debían defender sus orígenes basándose en todas las teorías e hipótesis de su especie. Querían defender sus raíces, pero... ¿Qué sabían ellas de sus más inmediatos antecesores?, ni siquiera su padre de adopción les podía decir nada acerca de su familia.
-Esta situación me inquieta- Comentó Rojita a su amiga
-¿Crees que a mi no?- contestó tristemente Ágata- Es denigrante ser hija del viento
- Como casi todos los insectos de por aquí- añadió Rojita- nadie sabe de sus padres, de ahí que todos formemos parte de una misma familia. He oído que nos llaman Hijos de Eolo.
Ambas amigas se quedaron pensativas y con expresión de ansias de conocimiento...
Debemos encontrar nuestros orígenes... pero por supuesto sin movernos de aquí
Eso te iba a decir- añadió Ágata, no me gusta eso de salir de aquí y dejar a Narciso abandonado... a su edad... tan destartalado...
Vamos Ágata... se ven tus intenciones, sé de sobras que esperas a que palme para...
¡Por Eolo Rojita! No digas eso, ¿cómo puedes pensar eso de mi?
Rojita calló siendo consciente de lo que acababa de decir, se enrojeció por su impertinencia y optó por bajar las antenas y disculparse.
El primer paso para ambas amiguitas fue alcanzar la más pura originalidad... y de esa originalidad trataré de narrarles en el próximo episodio. Hasta entonces... sean felices y cordiales y nunca nunca, OS LO TENGÁIS DEMASIADO CREÍDO

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