lunes, marzo 20, 2006

...


Viernes casi de noche, esperábamos en la parada situada en frente de casa al 6-7, un autobús con destino a la plaza San Francisco. Mi tía sentada tras de mí, en esos asientos de madera tan estropeados, yo, mirando ensimismada por el cristal, pensando en que tenía un fin de semana para disfrutar en la casa de mi abuelo.
Solíamos pasar antes por Simago para comprar todas las chucherías que en casa no me daban.
Al llegar a la puerta, la cabecita de Bubby se asomaba por los barrotes del balcón de arriba. Nos hacía una fiesta bajando y subiendo como un loco y dando mil vueltas por la casa. ¡Bubby las medias, las medias!- Le gritaba mi tía para que no se le subiera. Yo para evitar que me arañara le decía lo mismo, pero aún así no dejaba de saltar.
Arriba ya estaban abuelito y Yoyo, habían ido al casino y esperaban nuestra llegada. Mi abuelo solía sentarse en un butacón verde en torno a una mesa camilla que había junto a las escaleritas de entrada a los dormitorios. Yoyo junto a él, con su transistor escuchando el partido mientras veía la televisión, y con su cajetilla de Ducados sobre la mesa.
Subía las escaleras de dos en dos para llegar antes, cuidando de no tropezarme con el chucho, que se metía entre mis piernas. Saludaba a mi abuelo y me sentaba junto a Yoyo, mi tío siempre me daba más jaleo que Bubby cuando iba a visitarle. ¡Ay Cristinita, la brujita!- solía decirme mientras me daba achuchones y zarandeaba. Y es que era así como me decía mi abuelo.
Mientras mi tía preparaba la cena los tres nos echábamos nuestras partiditas de brisca, o me enseñaban a jugar al solitario. Me lo pasaba en grande aprendiendo nuevos juegos con las cartas.
Después de cenar mi abuelo se iba a dormir. Su habitación, la cual compartía con mi tío, era enorme. Dos balconcitos distribuían el espacio, entre los cuales había un mueblecito para poner la televisión; la más antigua que había visto, parecía de mentira. Frente a ella, la cama donde había dormido junto a mi abuela durante muchos años, con un enorme cabecero de madera coronándola. Pero lo que más llamaba la atención en ese cuarto era la figura de un señor con un niño Jesús en los brazos, ese niño portaba en sus manos una bola. Me encantaba quedarme allí, frente a esa cómoda observando cada detalle de esta figura.
El pasillo que conducía al dormitorio de mi abuelo servía de mini taller a mi tío Julio, el más pequeño de los hermanos de mi madre. Tenía una pequeña mesa con un flexo y sobre ella una estantería repleta de pequeñas herramientas y piezas de electrónica. Procuraban siempre que no anduviera por ahí para no mover nada. La alacena quedaba en la pared de al lado, allí guardaba la cristalería mezclada con dulces y frutos secos. Era mi armarito de las chuches y casi siempre le hacía unas cuantas visitas.
En el mismo pasillo había un pequeño mueblecito donde se apilaban revistas pasadas. Había cientos de ellas y cada día que iba leía un par de ellas. Nunca me pude poner al día, pero eran muy interesantes.
A la hora de dormir bajaba con mi tía a las habitaciones del primer piso, éstas comunicaban con otra vivienda que siempre la había encontrado semi abandonada. Allí vivió una tía abuela y se quedó como la había dejado. Esa parte de la casa me ponía la piel de gallina, y siempre, cada vez que soñaba con la casa de mi abuelo, era el escenario de éstos.
El dormitorio de mi tía estaba pasada una sala, allí tenía su cama y un pequeño mueble cama, el mismo en el que dormía mi madre cuando era soltera, y en el que dormía yo. Hubo ocasiones en las que dormíamos arriba, más cerca de mi abuelo, sobre todo en invierno. Pero en verano era más cómodo dormir abajo y allí es donde mejores recuerdos tengo.
El mueble tocador de mi tia era como un cofre de los tesoros, lleno de barras de labios de distintos colores, tonos rosas y rojos que invitaban a estirar el brazo y agarrar alguno. Pero con todo el cuidado para no estropear nada.
Junto a la puerta colgaba de la pared una pequeña repisita roja adornada con algunas figuritas, estampitas de santos y un pequeño reloj, Una de las figuritas era un pequeño elefante de plástico al que le faltaban las orejas. Siempre me llamó la atención y siempre terminaba en mis manos. Me gustaba verlo allí, sobre la tabla roja en la que se apoyaba, imaginando que cruzaba un bosque de amapolas.
Las noches allí eran muy productivas, fue en esa casa donde me aficioné a la lectura y empezaba a leer los libros que iba encontrando en la habitación de al lado, junto a los antiguos discos de vinilo. (Sonrisas y lágrimas versión castellano. Menuda reliquia.)
Por las mañanas me levantaba muy temprano, subía sigilosa las escaleras y me ponía a jugar a los colegios con un pequeña pizarra que usaba mi tía para anotar los recados.
Allí arriba, pasando la cocina vivía mi tía Mercedes, esa mujer me daba repelús, la veía muy mayor, escuálida y con el pelo blanco cortado a ras del cuello. Siempre que salía de su habitación era para beber agua o ir al baño. Solía discutir con mi tia y a mi me daba miedo. Murió siendo yo niña, mucho antes de morir mi abuelo. Y hasta entonces nunca había entrado en su alcoba. El momento que lo hice fue mágico. Con tan sólo abrir los cajones de su cómoda ya empezaba a imaginarme en el pasado. Monóculos, relojes de bolsillo, prismáticos de miniatura, mantelerías antiquísimas y fotos… miles de fotos de antepasados, de todo tipo. Postales de ciudades y personajes, niños,..., hasta fotos de difuntos.
Mi abuelo me solía contar quienes eran los de las fotos, mientras nos reíamos Yoyo y yo de lo poco agraciados que eran los de la familia.
Cuando se levantaba Tere iba con ella a preparar el desayuno, esperaba en un banquito giratorio mientras se calentaba la leche y se hacían las tostadas. Giraba y giraba hasta marearme mientras Bubby contemplaba con las orejitas tiesas.
Al terminar el desayuno bajaba con abuelito y Yoyo a la sala de abajo, donde estaba la mesa de ping pong. La había hecho él mismo y le había quedado genial. Con ella no añoraba el precioso piano negro de pared que había regalado con ilusión a su primera nieta. Cuando la partida concluía se iban al casino y yo volvía a subir a ayudar a Tere a correr tras el perro para engancharle la cadena.
Era el momento esperado, me quedaba sola en la casa y así empezaba a imaginar. El acceso a la azotea era lo más increíble. Todo de madera vieja y astillada, notaba el crujir de cada peldaño y me paraba en los recovecos rebuscando en antiguas cajas cuyo olvido era delatado mediante espesas mantas de polvo. En ellas juguetes, muñecas de cartón usadas por mi madre y mis tías y un sin fin de ropitas me hacía retrotraer, imaginaba que conocía a mi madre con mi edad, que pasábamos el resto de la mañana jugando con esas muñecas.
Conforme ascendía por esas escaleras, iba descubriendo cosas nuevas y al final del tramo, el taller de mi abuelo. Allí guardaba todas sus herramientas, tantas que era casi imposible distinguirlas. Algunas agolpadas en el banco de trabajo, otras sobre la mesa y el resto en el suelo. Abuelito ya no trabajaba allí, estaba mayor y le costaba hacer muchos esfuerzos. Pero algo de él quedaba, solía subir a veces con la excusa de asomarse a la terraza a echar de comer a las palomas.
Allí acababa el recorrido, en la azotea de suelo rosado desnivelado según la caída a media agua del techo de la casa. Allí al solecito me quedaba esperando a Tere, que llegaba de la calle con Bubby y subía directamente a tender las sábanas…

… Tantos recuerdos, tantas cosas buenas allí… y ahora sólo queda eso, rememorar a través de objetos viejos que he recogido de lo que queda de esa casa medio en ruinas. Ya no hay marcha atrás, se ha vendido.
ESCRIBE ALGO

4 Comments:

Blogger Morisko said...

Esos momentos, recuerdos y esas vivencias no se pueden vender y no te faltarán nunca.
Pero que bien escribes, no cuesta nada leerte y es muy cómodo hacerlo.
Has conseguido que pueda situarme en muchos sitios de esa casa sin ni tan siquiera haberla visto y sentir esas sensaciones. Leches que hasta he escuchado esos escalones crujir.
Me ha gustado mucho y tienes que retomar lo de escribir más amenudo y continuo. Me encanta leerte.
Besos

4:54 p. m.  
Blogger mago said...

T ha kdao mu bien. t recomiendo "volver" también hay ese tipo de recuerdos. Un beso,

4:16 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

escribes de puta madre sige asi un amigo

10:46 a. m.  
Blogger Cristi said...

Amigo, hay que estar seguro de muchas cosas para serlo.

3:42 p. m.  

Publicar un comentario

<< Home

pasa el puntero del ratón por encima, le encanta jugar con él