sábado, septiembre 09, 2006

No era melancolía…
Si bien sabía que era lo que sucedía, del mismo modo intentaba ocultarlo,fuera cual fuera el motivo. Dotado de una excesiva maestría, sus palabras, sus actos, sus pensamientos… todo su modo de actuar se transformaba para dar vida aun personaje totalmente opuesto a él. Pudiera ser miedo a sacar a la luz temas ocultos, o temor a parecer débil frente a los demás.
El caso es que esa mañana, mientras le observaba a través de la fina ranura que dejaba la puerta entreabierta de su estudio, me di cuenta por primera vez de como realmente era.
Le esperé fuera, como cada mañana, con la mochila al hombro y la carpeta en la mano.
-¡Por fin viernes!- exclamó rompiendo el silencio en el que nos hallábamos inmersos.
Sabía que algo ocurría, que algo en él había descubierto y actuó como cada día, aparentando una extraña alegría.
-Así es- le respondí fríamente- parece que hará buen tiempo para este fin de semana. Quizás me anime a ir a la fiesta que dan los del seminario mañana por la noche, ¿te apuntas?
- ¿Qué harán?- preguntó curioso-
-Creo que han comprado avíos para hacer una sangría.
-Igual me apunto, me apetece estar un rato con vosotros fuera del trabajo.Además llevo bastante tiempo sin salir y creo que ya va siendo hora de que haga un poco de vida social.
- Es cierto, hace mucho que no sales.
Lo dejé ahí, no quise adentrarme más,esa frase continuaba en un “qué ocurre” pero no me atreví a profundizar por temor a romper ese estado de armonía en el que se encontraba… Camino a la universidad apenas hablamos nada, me obsesionaba saber qué podría pasar, no aguantaba un minuto con esta incertidumbre. No obstante dejé pasar la oportunidad que el silencio nos había brindado y proseguí cabizbaja el resto del camino, no antes sin pasar por la vieja iglesia.
Todos los viernes por la mañana, paraba en la sacristía a saludar al sacerdote y dejar algunos exvotos que reparaba a cambio de nada.
-¿Te importa esperar un rato fuera? Necesito hablar con el sacerdote
- No te preocupes, no tenemos prisa, estaré por aquí mirando escaparates si sales antes dame un toque, por si no estoy a la vista.
-De acuerdo. Gracias.
Ese “gracias” me sonó raro, nunca me había agradecido cosas así, no porque fuera hipócrita, quizás por la importancia de aquel asunto que le inquietaba y del cual estaba muy poco dispuesto a compartir conmigo. ¿Quién era yo para mantener esa complicidad? Sólo me preocupaba por él, pero a la vez sabía que aquel sacerdote, a quien conocía desde hacía mucho tiempo, era alguien importante en su vida y podría ser la persona adecuada en quien confiar.
Caminé calle abajo hasta llegar a una placita donde varios comercios amenizaban el entorno. Lo más destacado estaba justo en el centro de aquella plaza, rebosante de colorido provocado por dos pequeñas hileras de floresde todo tipo flanqueando un pequeño establecimiento. Era la floristería, un lugar muy frecuentado por los feligreses de la iglesia donde Mario había entrado minutos antes. Allí cada mañana pasaban para comprar ramos con los que adornarcada rincón del templo...
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