jueves, agosto 24, 2006

Relato por palabras

Más que amigos parecían de la misma sangre, aunque el hecho de llevarse genial nada tenía que ver con el parentesco que les uniera. Lo cierto es, que, pese a la distancia que les separaba, siempre se apañaban al menos una vez al mes para encontrarse. Solían coincidir en jueves, el día favorito de ambos.
Esta vez era Manuel quien debía coger el tren, pues el mes anterior fue Ismael el que viajó para el encuentro.
El trayecto no era corto, sino todo lo contrario, no obstante se llegaba en el mismo día. Manuel eligió un vagón luminoso, destinado a fumadores. Tomó asiento junto a la ventana el la que los rayos de sol atravesaban el grueso cristal creando en el interior del habitáculo una atmósfera casi mágica, un clímax perfecto para sentarse a observar el paisaje.
De su petate sacó una revista bastante usada, cuyo título principal decía: “Diez pasos para ser un gran detective”. Y es que a Manuel le fascinaba todo aquello que tuviese relación con la investigación policíaca y las labores detectivescas, aunque el resto de sus amigos no compartieran el mismo gusto. Incluso su preciado Ismael le decía en multitud de ocasiones que era una pérdida de tiempo, una gran tontería. Pero Manuel hacía caso omiso de los comentarios y seguía soñando con llegar a ser detective algún día antes de morir.
Conforme iba adentrándose en la lectura el sueño iba apoderándose de Manuel hasta que su cabeza chocó contra el frío acero del marco de la ventana, justo entonces notó como el tren paraba para recoger en una estación remota otra avalancha de pasajeros.
Por su vagón vio desfilar a seis personas, quienes se convertirían en compañeros de viaje hasta el final del trayecto. Manuel cerró la revista dejándola sobre su regazo y se limitó a observar a los nuevos. Eran tres adultos, dos adolescentes y un niño, quien all ponerse el tren en marcha rompió a llorar.
- Tengo miedo- decía entre sollozos. Seguramente era la primera vez que viajaba en tren.
Mientras, el mayor de sus acompañantes lo acurrucaba contra su pecho para serenarlo al tiempo que le cantaba una extraña canción…

Caminando por tu senda una tumba me encontré
con la imagen de un niño con lágrimas en su tez
No llores niño mío, no llores, compórtate
Más un niño muerto nunca llora si no es por …


Manuel no quiso seguir oyendo esa triste canción, así que de nuevo abrió su petate y sacó un pequeño recipiente con uvas para ofrecérselas al niño interrumpiendo de esa forma el canto de su protector. El crío asió dos y se las llevó a la boca, pero conforme iba masticando las escupía.
- ¡Están amargas¡- exclamó quejoso el chico, y eso que aparentemente parecían estar demasiado maduras.
- Será del tiempo del viaje, han estado un buen rato aquí metidas- Contestó Manuel dirigiéndose al hombre que sostenía al pequeño.
Su aspecto era muy singular, se trataba de un hombre bien entrado en años cuyo rostro parecía proceder de una vieja foto olvidada en el taciturno ático de una casa medio en ruinas. Seguía cantándole al niño en cuyos brazos aún sostenía, pero esta vez sólo tarareaba la melodía.
De vez en cuando esa música se apagaba, era cuando el viejo daba alguna cabezadita. Entonces aprovechaba Manuel para observarle con mayor detenimiento. Analizando e intentando averiguar aspectos de su vida, como si se tratara de un astuto detective. Incluso se atrevió a pensar que no era de este planeta…
- Señor, lamento comunicarle que e carruaje que le recogerá llegará con retraso- Interrumpía su pensamiento una voz apagada.
Era el revisor del tren, un hombre a punto de ser anciano pero sin ánimos de jubilarse.
- ¿Se dirige usted a la capital?- Le preguntó el extraño pasajero.
- Así es, supongo que ustedes también van, es la última parada- Le contestó
Manuel mientras volvía a hojear su revista.
- Veo que le gustan los temas policíacos, a mi especialmente me gustan más los de espías.
- ¿Espías?... pues yo personalmente me decanto por los detectives, alguna vez llegaré a serlo.
- Siguen gustándome más los espías, son más interesantes y menos hipócritas
comentó el viejo.
- ¿Hipócritas? ¿y los espías no lo son?, pero si se venden para sonsacar la información ¿No llegan a ser prácticamente lo mismo un espía que un detective?.
- Bueno, en cierto modo sí, aunque depende de quien sea la presa- volvió a contestar el viejo- Pueden ser lo mismo, pero siempre existe una variante, la intención… si es buena en un espía, no estará mal visto.
En ese mismo instante la conversación acaba. El tren increíblemente había retado al tiempo y llegado a su destino final.
Manuel se levantó antes que aquel extraño hombre y dirigiéndose a su asiento le tendió la mano
– Mucho gusto…
-Watson, inspector Watson.
Al bajar del ferrocarril Manuel tomó un asiento en un pequeño banco situado junto a la vía, se ciñó el anorak para no dejar escapar el calor de su cuerpo y se quedó pensativo durante la espera con la mirada fija en la escalera…
Esperaba a Ismael para contarle su aventura.

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2 Comments:

Blogger Morisko said...

Solo decir que muy bueno, ya hacia tiempo que no escribias y la verdad que parezco un pelota baboso pero me encantan y no voy a cortarme en decirtelo, espero la continuación y hay otra historieta que quiero ver como continua. Porque me tiene intrigado Rojita y Ágata, jejeje.
Un beso guapa.

10:37 a. m.  
Blogger Lafriky said...

Ja,ja me parto. Para que te vas a cortar, cortate mejor las venas o dejatelas crecer es más limpio.
Bueno nena me ha encantado la historia esta tarde me paso por la tienda antes de ir a lo del Mangui o te pasas por lo del Mangui cuando tu salgas de currar.
Te echo mucho de menos,y la historia es para analizarla eh?

12:11 p. m.  

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