viernes, julio 22, 2005

Los olvidados

Los olvidados
Ayer por la tarde, mientras pasaban las peores horas de calor, se me ocurrió encerrarme en casa a ver algo de cine. Un listado de películas hacía cola para ser vistas en cuanto tuviera ánimos de hacerlo. No por la pereza de verlas, me encanta el cine, si no por la temática que encierran, su dureza desarrollada a través de una historia que representa una misma realidad en todos los lugares al otro lado de la pantalla.
Situaciones que no nos afectan en absoluto porque estamos acostumbrados a verlos a través de telediarios, en forma de noticias o reportajes, pero que seguramente muchos de nosotros no superaríamos si estuviéramos implicados en dicha situación. Es como si se tratara de la cabeza de Medusa tras ser arrancada por el mítico Perseo. Sólo vemos eso, una cabeza petrificada, pero jamás nos hemos enfrentado a ella en vida.
Existen algunos cineastas que han trabajado dentro de ese marco social indagando en los suburbios, en la miseria, en la incomprensión. Tomando como protagonistas a niños que dejan de serlo desde muy temprana edad para sobrevivir.
Es el caso de la película que escogí, Los Olvidados, dirigida en 1950 por uno de nuestros directores más internacionales, Luís Buñuel.
Rodada durante su etapa mexicana, Buñuel supo plasmar en ella todo el drama social de un modo muy realista, tanto por su temática como por la naturalidad de sus personajes insertos en escenarios reales.
Muestra un México lleno de desigualdades sociales, centrándose en el drama de la vida miserable de un grupo de jóvenes quienes sin abandonar aún su niñez deben enfrentarse a situaciones crueles y duras.
A Buñuel siempre se le ha asociado con el surrealismo y las situaciones absurdas muy presentes en filmes tan famosos como Un perro andaluz o incluso Simón del desierto.
En esta película usa el mismo recurso pero de forma simbólica, es su contenido mismo lo que representa lo absurdo e irracional de la vida traducidas en anhelos y deseos que mantienen vivos a estos niños.
Sobre todo va a centrar su atención en Pedro, niño de buen corazón cuyo único delito fue ser fruto de una violación, con lo que despojado de todo afecto maternal debe salir a la calle para poder ganarse la vida y con ella el amor de su madre. Sin embargo las circunstancias en las que se sumerge no les son del todo favorables. Se relaciona con un grupo de niños que se encuentran en situaciones parecidas o incluso peores que le condicionan. Un niño abandonado en el centro de una plaza por su padre, otro, el Jaivo, algo mayor y determinante en la vida de Pedro, recién salido del correccional con afán de vengarse y otros niños destinados a mantener a su familia. Este afán de supervivencia lleva sus vidas al fatalismo, crimen y violencia.
Concretamente Jaivo, va a provocar en Pedro una reacción de rabia y violencia contenida que lo llevan a un correccional donde la disciplina se confunde con la confianza y la fe en estos chavales.
Esta actuación de las instituciones de acogida que muestra Buñuel en su filme ofrece al espectador un modo menos drástico de imponer disciplina a estos jóvenes, mediante un voto de confianza depositada en ellos con su lema se recoge lo que se siembra. Sin embargo no todo depende del niño, sino de su contexto, la situación que le obliga a no volver allí y a su trágico final.
Esta película me hace recordar en otras de temática muy similar, cuyos directores centran su atención en aquellos niños olvidados o incomprendidos.
Tres años antes de que Buñuel creara Los Olvidados, Rosellini, en Alemania año 0, asombró al público con la dramática historia de un chico de trece años que vaga solo por los escombros de un Berlín de posguerra en busca de alimento para su familia. La debilidad de este joven, al contrario que la de Pedro, es la de confiar en un antiguo profesor que le inculca una idea aterradora y en al que se aferra para poder solucionar de algún modo su situación. Los débiles deben sucumbir para dejar lugar a los fuertes. Eso le lleva a envenenar a su padre inválido y posteriormente a su trágico fin movido por ese sentimiento de culpa y arrepentimiento.
Pero no todos los temas sociales realistas terminan de un modo tan trágico, En 1959, François Truffaut, dentro de la corriente cinematográfica de la década de los años cincuenta , la Novelle Vague, sale a la calle para hacer un cine documental donde se recogen hechos cotidianos de la gente de la calle de un modo naturalista. Hace un análisis de la desigualdad social, dureza y drama encarnada en otro niño, Antoine. Chico solitario cuyos padres son incapaces de educar por preocuparse antes de si mismos. Este chico se asemeja al personaje creado por Buñuel por la incomprensión, la falta de atención familiar, el intento de ser alguien. Todo eso le arroja a la delincuencia que le llevan al correccional. Sin embargo el modo en el que se instruye dentro del centro es más estricto que aquel donde ingresó Pedro, no sirve de nada y eso es lo que pone de manifiesto Truffaut. La excesiva disciplina puede provocar mayor daño en la instrucción haciendo de los reclusos personas más violentas y menos sensibles. A nuestro protagonista no le da tiempo de experimentar allí, su instrucción fue la vida misma, su soledad durante el tiempo que estuvo esperando a ser llevado al correccional que le llevó a meditar, a ver las cosas de otro modo, a seguir su propia meta. Es una de las pocas películas de drama social que tiene un final aparentemente feliz. El chico sigue su sueño, y lo consigue.
Pese a estas diferencias, la representación de la vida de estos personajes tiene coincidencias, la pobreza, el olvido.
Hay que tener en cuenta que sólo son películas, la realidad está ahí y supera a la ficción. Debemos ser conscientes de ello. Tenemos Que Mirar Más a nuestro alrededor
ESCRIBE ALGO

1 Comments:

Blogger mago said...

La soledad y la miseria son temas q afectan a todos. Si en tu vida no lo has sentió, joer q suerte has tenío

2:29 p. m.  

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